Ayer os dejaba por aquí mi reseña particular del documental Grecia:
reinventarse para sobrevivir, y hoy es Amalia, nuestra noctámbula jefa de
estudios y profesora de Filosofía, quien nos envía su crítica, tan entusiasta
como la mía pero más atenta a una significativa ausencia: ¿qué pasa con las
mujeres? Desde aquí, por supuesto, os invitamos a leer a Amalia y a dejarnos
también, por supuesto, vuestras propias críticas o comentarios.
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“Grecia reinventarse para sobrevivir”
(Ateneo de la Calzada, 27-1-2016)
La oportunidad que nos ofreció la proyección del documental “Grecia
reinventarse para sobrevivir”, de Elena Zervopoulou, en condiciones óptimas de
espacio, cerca de nuestro Instituto, y tiempo, en nuestro horario de Nocturno,
nos animó a ir para allá a unas cuantas profesoras en grata compañía del
alumnado de primero y segundo bloques. ¡Ah!, también de Carmen Fuertes, la
exprofesora del Feijoo. A las facilidades anteriormente señaladas se añadía, y
en realidad era lo más importante, el asunto tratado: maneras de vivir durante
una crisis, en este caso la griega, que, de un modo más general, podemos
reformular: ¿qué hacer cuando todo, o casi todo, me va mal? Así, por un rato
cambiamos el escenario del aula por la sala de proyección del Ateneo de la Calzada. Vaya mi
gratitud para quien o quienes fueron responsables de que tal documental llegase
al Ateneo vecino.
Tres
protagonistas, los tres varones, se reinventan para sobrevivir. Tres varones a
quienes podríamos calificar de verdaderamente emprendedores, pues, de no ser
así, acabarían en la destrucción personal, cuyos extremos son la locura y el
suicidio, a veces juntos, pero nunca a la vez, por razones obvias. Giorgios es
el más intelectual, el más viejo, el más solo; no es un joven con familia como
Grigoris, familia con la que se va al campo a vivir de la agricultura; es
también el más débil físicamente, no como Ilias que mueve toneladas de patatas
burlando a intermediarios como la alemana Lidl para que quienes producen y
quienes comen tengan lo necesario: clientes para vender a un precio razonable y
precios razonables para poder comer.
Giorgios es el último de la escala de desgracias respecto a los otros
dos; en el banco callejero que sustituye a su casa necesita pronunciar, pensar
–dice-“nosotros”, porque el “yo” aislado no tiene eje; casi quiere no existir,
pero existe, porque los otros lo miran, y tiene que pensarse nada menos que
desde la indigencia: él, que se había dedicado a la música, a los medios de
comunicación, con trabajos en radio, universidad, ministerios… se ve durmiendo
en calle. No parece tener a nadie cerca en esta situación, tiene que encontrar
todo y lo primero que encuentra es otra gente. Así parece salir adelante. Dice
“necesito pensar, no sentir”.
En esta escala de desastres producidos por la crisis, incluso en los
desastres, falta la mitad de la humanidad…griega en este caso. Ya sorprende que
los tres protagonistas sean varones, pero si esperábamos que las mujeres
apareciesen como personajes secundarios, hablados, tratados…, pues tampoco. La
directora del documental no parece ni acordarse de tal asunto. Así que espero a
que alguien haga la mitad que le falta a este documental para volver a
disfrutar de relatos de nuestra vecina y madre Grecia a quien tanto debemos…
Amalia (profesora de Filosofía del Bachillerato Nocturno)